Un país puede tener -como
parte de su política y plan de gobierno- a la educación como una de sus
prioridades, o como la principal preocupación, lo cual sería muy positivo. Pero
pienso que es insuficiente. Porque también, un país puede optar por tener a la educación como eje de
su política, no como prioridad, sino como el núcleo a partir del cual todo se
comienza a pensar y hacer. La diferencia está en que cuando la educación es el
núcleo de las políticas significa que quienes las llevan a cabo todo lo planifican,
lo piensan y lo ejecutan en función de si educa y cómo educa.
Entonces se mira a la
educación primaria y secundaria porque los niños y adolescentes son el futuro del país, sobre quienes
más se puede actuar, cifrar esperanzas, esperar cambios. Y esto implica educar con todo lo que significa esta palabra. Se educa para un correcto
crecimiento y desarrollo del ser humano, cuidando de incorporar la
individualidad a los deseos colectivos; enseñando que cada uno tiene un
espacio, que la vida de cada uno es importante, que los sueños individuales y
colectivos son posibles porque se puede soñar. La vida de cada uno y de todos vale y mucho; el espacio de cada uno y el espacio común vale y mucho; la
convivencia entre todos -los parecidos y los distintos- vale mucho; el respeto
entre los humanos es un valor a cuidar y proteger; los desafíos son plausibles,
los cambios son bienvenidos, las ambiciones y los deseos están permitidos y
encuentran por dónde canalizarse. Entonces se educa para la vida de cada uno y
entre todos. Esta inmensa ambición se puede ensayar cuando un gobierno tiene
como eje de cualquier política, emprendimiento, plan y acción a la educación.
La educación como el centro, el punto de partida.
Bajar a tierra este desafío
significa hacer el mayor esfuerzo -priorizando efectivamente- en la
construcción de escuelas y liceos que sean acordes con lo que queremos
enseñar a los jóvenes; que haya contención, limpieza, lugar para todos/as, luz, bancos,
temperatura acorde. Por la vía de los hechos enseñar cómo está bien vivir y
estudiar, porque no es lo mismo lo que se enseña cuando se encierra a un
adolescente en un cubículo con el baño roto, paredes enchastradas, aulas
congeladas en invierno, bancos que no alcanzan o están astillados, basura en
los rincones; porque así ningún niño o adolescente crece y se desarrolla
educándose en la comprensión del significado de “lo de todos”, del cuidado por
“lo nuestro” “nuestro espacio”, sino que crece con el desprecio a su persona, con la idea de que no vale lo suficiente como para estudiar en un lugar cálido y acogedor, y
por ende con el desprecio hacia todos sus “iguales” y el odio hacia aquellos
privilegiados que sí tienen lugares de estudio respetuosos y por tanto son los
“diferentes”. Si se quiere hablar de convivencia hay que hacer eje en cómo
estamos educando. Por esto es que la infraestructura es un tema tan importante
como el contenido de los programas de estudio. Porque de niño y adolescente,
además del relato histórico y aprender a sumar y restar, se está enseñando a
vivir en sociedad, con otros, con lo que somos y merecemos, con la vida como
bien más preciado, pero no porque lo diga en un discurso sino por la vía de los
hechos. Entonces los centros de estudio deben ser suficientes, cálidos,
acogedores, contenedores, inclusivos; deben mostrar justamente que cada vida
vale y mucho. Cualquiera entiende que es muy importante tener suficientes y
buenos edificios para que los chicos estudien, pero tenemos que entender que
significa algo mucho más profundo; no es sólo para que los muchachos no pasen
frío o no se les llueva el techo (cosas por cierto muy importantes) sino algo
mucho más hondo: le estamos dando o no el lugar a la vida individual y
colectiva, y le estamos diciendo cómo es ese lugar, cómo es lo que se merece
cada uno, cómo vale cada quién. Claro que también son importantísimos adecuar
los planes de estudio, los programas, lo que se quiere enseñar y cómo se lo quiere
enseñar. Pero una cosa no debe retrasar la otra. Una cosa no debe sustituír la
otra. Porque hay cambios que cuestan más llevarlos a la práctica que otros y no
está bueno que mientras se trata de hallar consensos en lo que se quiere
enseñar y en cuánto tiempo, se esté dejando de lado la enseñanza más profunda
sobre el valor que tiene la vida de cada uno, el espacio donde merecen
desarrollarse, porque esto es infundir seguridad y autoestima a cada chico.
Bajar a tierra también
significa comenzar una política de mejora y perfeccionamiento de los
educadores, dándoles el lugar de importancia que tienen en una sociedad cuyo
eje es la educación. Y hay que saber que la construcción de cualquier cambio se
realiza a partir de los hombres y mujeres, del entendimiento de sus
complejidades y ambivalencias; estos cambios se van realizando con los recursos
humanos que existen hoy, y por tanto se los tiene que incorporar, englobar, en
toda proyección sobre política hacia los educadores. Y pasaría a tener una
enorme relevancia los centros que preparan a estos educadores.
Pero también significa
pensar cualquier plan, cualquier rincón del gobierno en función de si estamos
educando y qué estamos educando; si se está trasmitiendo el valor de la vida
con cada acción, cada plan, cada modificación, con tantos pequeños gestos. Por
ejemplo tener un servicio de limpieza de cada ciudad que permita que el
ciudadano se sienta cómodo en su lugar de vida, que lo valore, que se apropie,
que entienda lo que significa un bien común y cuánto nos preocupamos todos por
tener este bien común prolijo y respetuoso con todos. Entonces podemos enseñar a
reciclar, pero sólo si después no se burlan de nosotros porque lo que
reciclamos se tira todo junto en algún lado. Podemos enseñar a sacar la basura individual
los días que se recoge un contenedor colectivo y no cualquier día, porque así
nos ayudamos a preservar nuestro hábitat, pero entonces el contenedor colectivo
debe ser vaciado y limpiado los días estipulados para que el ciudadano
comprenda por la vía de los hechos que todos somos los que colaboramos para respirar
aire puro.
Significa respetar las
reglas y las instituciones que son de todos, porque así por la vía de los
hechos se enseña y se educa a respetar los espacios privados y públicos porque tienen un
valor: la casa, la cuadra, la plaza, el barrio, el parlamento, los monumentos,
los parques, las calles, las veredas, los jardines, la lámpara del vecino, la
escuela, el club. Sólo por la vía de los hechos, respetando y cuidando
obsesivamente lo que es de todos, es que un ciudadano incorpora conceptos como
respeto y convivencia. Si no hay luminarias, los parques no se cuidan, las
calles están rotas, se juntan basurales, se sacan árboles y se olvidan de
colocar nuevos en sus lugares; si se desprecia lo público, entonces no se puede
echar la culpa a la idiotez y desinteligencia ciudadana, como les gusta hacer a
muchos. Porque son quienes gobiernan basados en la educación los que tienen que
enseñar a la mayoría estos conceptos, por la vía de los hechos.
Significa explicar, aunque
resulte aburrido y monótono, cada idea, cada acto. Que tenga una explicación
con la cual algunos estarán de acuerdo y otros no, pero existe un pensamiento
antes del acto. Porque tirar ideas irresponsablemente sin asumir sus
consecuencias, es enseñar que cualquiera puede decir cualquier cosa porque todos
estamos capacitados… todos somos médicos, directores técnicos del cuadro de
fútbol, políticos, sociólogos y carpinteros… los que se preparan y estudian
pierden el tiempo, si cualquiera puede saber cómo se arregla el mundo. Si
queremos que la educación, la preparación, el pensamiento, la discusión sean
valores a resguardar, entonces los que erigen los planes, los que proponen las
ideas para todos, los que sugieren comportamientos, sean los que eduquen, expliquen, y por la
vía de los hechos enseñen que las cosas no son fáciles y sea lo que sea para lo
que nos estemos preparando debemos pensar antes de hacer, informarnos y pensar.
Luego hacer. Y hacer. Porque también educar es poder trasmitir que cuando se
llega a una conclusión se hace porque no nos conduce a buen puerto quedarnos eternamente
en la duda ni en la complejidad del pensamiento.
Es distinto decir que la
educación es una de las cosas más importantes que debe encarar un gobierno, a
decir que la educación será el eje desde donde se gobierne. Todo lo que se
hace, por más chico o más grande que sea, estará ideado, planificado y pensado
en base a qué estoy educando con esto. Pero claro está… para esto se necesita
liderazgo. No esperen que una población en general decida lo que no se informó
lo suficiente, lo que no sabe, lo que no estudió. Se tira una idea y después se
dice que si la mayoría quiere se hace y si la mayoría no quiere no se hace ¿Qué
significa esto? Nuevamente: parece que todos tenemos capacidad para decidir
sobre cualquier cosa, no sé para qué estudian los que estudian; además no
necesito información ni enseñanza sobre la cuestión a decidir, porque está bien
decidir a instinto, a piel, tal como se me tiró la idea.
Convivencia, tolerancia,
cuidado público, interés colectivo, todo esto se educa, no viene solo. Por eso
es diferente la propuesta de un gobierno que invite a realizar cada acto en
base a la educación general. La educación como gobierno mismo, en todos los
aspectos de la vida, para lo cual también se necesita autoridad y liderazgo. De
lo contrario, no hablen de palabras tan importantes tirándolas al vacío.
Convivencia, tolerancia, respeto, amabilidad, felicidad, sueños, trabajo. Todas
palabras con mucho significado que un gobierno debe bajar a tierra en lugar de
banalizarlas.