jueves, 18 de septiembre de 2014

Italia

Salimos de Suiza entre carreteras perfectas, montañas, enormes lagos de color turquesa, todo tan eficiente que dan ganas de trabajar, de esmerarse y... ¡al menos tratar de hacer las cosas lo más perfectas posible! No siempre se trata de tener grandes cantidades de dinero para gastar, que sin duda lo tienen; también se trata de buena gestión, de eficiencia, pero lo que más me importa: se ven muchas soluciones que tienen que ver con la vida cotidiana, soluciones que se centran en el ser humano.

Entramos a Italia y se nota el cambio de país. Se siente distinto.
Italia es vital, pulsa, tiene nervios... por momentos escandalosa, divertida, cínica. Se palpa la vida y dan ganas de tener mucho tiempo libre.
Nos quedamos una noche en Bérgamo. Ciudad bella y amable. Sobre todo la parte alta de la ciudad, donde está su casco histórico, muy lindo para conocer. Sólo caminar y pasear, con esto alcanza. Aunque igual merece mención especial la Basílica con sus inmensos y viejísimos tapices. Nos sorprendió Bérgamo a decir verdad. Es más linda e interesante de lo que imaginábamos. Ya aquí empezamos a degustar vinos exquisitos, pastas y pizzas, que después se convertirá en costumbre imposible de dejar :)

Partimos hacia Florencia. Palabras mayores. Sólo con perdernos por las calles quedamos asombrados de todo lo que vemos. Parece que camináramos adentro de un museo en forma continua. Estamos alojados a una cuadra del Ponte Vecchio, una posición privilegiada. Se sale a caminar, uno se pierde por ahí o simplemente camina sin rumbo, y siempre se encuentran edificios, portones, rincones, plazas, como para quedarse y admirar. Todo es una obra de arte. Es una ciudad bellísima, con gente que impresiona amable en todo momento, a pesar de la cantidad de turistas que entorpecemos el tránsito y nos agolpamos en las callecitas.
A la noche: cantantes de ópera en una iglesia chiquita… buenísimo por todo el contexto.
Visitamos lugares muy turísticos y emblemáticos también: la Piazza della Signoría, un verdadero museo en la calle. Con el Palacio Vecchio y la Galería Uffizi, que nos resultó un museo fundamental. Vimos la Iglesia de Santa Croce, con un lindo ambiente en la plaza. En la Iglesia hay frescos de Giotto, Donatello y otros, y le rendimos homenaje a las tumbas del Dante, de Maquiavelo, de Miguel Angel y de Galileo. Es una iglesia espectacular.
Fuimos al Duomo –gigantesca catedral símbolo de Florencia- con la cúpula de Brunelleschi; el Campanile de Giotto, y los alrededores de la plaza del Duomo. Vistas espectaculares desde la plaza de Miguel Angel, para la cual tuvimos que trepar un buen trecho; llegamos con la lengua afuera pero realmente valió la pena.
Es mucho caminar, sonidos de campanas por todos lados, callecitas increíbles, empedradas, curiosas; todo arte, todo asombroso, excelentes vinos y buena comida  ¡Nos encantó Florencia!
Salimos a pasear por la Toscana; visitamos Siena que nos pareció una preciosa ciudad, con su plaza principal gigantesca y muy particular, y también con una catedral para el asombro. Vimos un pueblo, San Gimignano, y los paisajes de la toscana. Todo fue agradable. Como vivir con una sonrisa dibujada. Sólo sonrisas y asombro por lo bello…

Ahora en Venecia. Nuestros últimos días de viaje. Nos quedamos en una isla al sur de la isla principal. Se llama Giudecca, y nuestro apartamento está en un ex molino reciclado, el ex Molino Stucky. Tomamos el bote para cruzar cada vez. Tenemos un bote que para a unos pasos de nuestro apto cada 15 o 20 minutos.

Venecia está más limpia de lo que recordaba. Asombra que esté tan limpia a pesar de la cantidad tan grande de turistas. La plaza San Marco con el Palacio Ducal, la Basílica y el Campanile; el puente Rialto que no nos pareció gran cosa y además está atestado de gente. Callecitas muy finitas y endiabladas. Es tan intrincado caminar entre las callecitas y los puentecitos, está tan enredado todo que es muy difícil no perderse cada vez. Pero es Venecia. Tan particular, tan característica, tan distinta. Me da gusto. Y luego del cansancio de la isla principal, volver a nuestra Giudecca con su rambla espectacular, casi sin gente, abierta y encantadora, es el descanso perfecto después de la ajetreada Venezia.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Paseando por Suiza.-


Partimos de Milán hacia Suiza. Llegamos a Wädenswil –ciudad y comuna suiza del cantón de Zurich- con la enorme suerte de participar ese mismo día de la “noche de los museos”. Fuimos al Centro Le Corbusier, Museo Heidi Weber; se trata de la casa soñada por Le Corbusier y está muy bueno ver cómo se materializarían sus ideas y proyectos, cómo hubiera sido vivir a través de sus ideas. Tiene una actualidad increíble: las grandes ventanas de piso a techo, sin persianas ni cortinas, los parantes y columnas de hierro con las estructuras básicas a la vista y formando parte; la cocina salvo detalles (no había lavavajillas! jaja) tiene una actualidad increíble, integrada en el mismo ambiente al living comedor, todo obviamente con líneas geométricas, limpias y funcionales. Está al lado del lago de Zurich, en un terreno dentro de un parque público, muy lindo para visitar. En la noche, iluminado de manera de sacarle el mayor jugo posible a esta Maison de L’Homme, estuvo buenísimo.

También visitamos el Museo de Arte, Kunsthaus Zurich, donde había una muestra de Cindy Sherman “Untitled Horrors”. No la conocía, leí algo de ella después de ir a ver su muestra, es una artista y fotógrafa estadounidense nacida en el '54. Esta muestra trataba de una serie de fotografías intervenidas donde utiliza mucho su propia imagen transformada para expresar lo que quiera expresar. No me emocionó mucho que digamos, pero el Museo y la muestra como algo distinto de ver valió la pena.

Así que apenas llegados, logramos ver Zurich en la noche hasta tarde, lleno de gente y movimiento, algo no muy característico de Suiza que digamos… Terminamos paseando por callecitas del barrio histórico, retorcidas y empedradas, llenas de pequeñas tiendas y bolichitos, noche perfecta.

Al día siguiente y gracias al magnífico amigo y anfitrión que tuvimos, fuimos a visitar un pueblo de montaña, Trin Mulin (o mejor llamado Tilín Tilín), donde nos quedamos a pasar la noche. Pueblito precioso, sin iglesia (¡!), recorriendo caminos de montaña, trepando cual cabras hasta llegar a unas vistas increíbles. Todo de postal Suiza. Está bueno comprobar que las postales son de verdad y no un montaje fotográfico. Suiza es así, como sus postales… Todo lo que visitamos –Wädenswil, Zurich, Trin Mulin, Lucerna- fueron lugares encantadores, de postal, ciudades ordenadas, limpias, donde todo funciona tan bien que parece ilógico que algo pueda salir mal. Aún sin entender nada los letreros ni los avisos, uno fluye sin problemas y logra adivinar sólo asumiendo una cierta lógica de movimientos. Me recontra encantó. Gracias a Gastón vimos y vivimos unos días en Suiza como nunca lo hubiéramos podido hacer.

Y ahora… nos preparamos para Italia: empezamos en Bérgamo en honor a HB y luego Florencia…

martes, 2 de septiembre de 2014

Frente Amplio y campaña electoral

El FA comenzó en el día de ayer una serie de presentaciones temáticas que continuarán los siguientes lunes de setiembre. El tema elegido para comenzar este ciclo de consideraciones, propuestas y futura agenda de gobierno fue ciencia y tecnología, innovación y desarrollo. Muy buen comienzo. Considero que esta iniciativa que llaman “Uruguay X+” es lo que se está necesitando en esta campaña.

Los distintos partidos políticos tienen sus programas para gobernar, sus trabajos y estudios sobre las distintas áreas, sus planes y desafíos. Pero esta campaña política estuvo más atenta a la forma que al contenido; se viene priorizando la publicidad, el eslogan…. Y creo que se necesitaba cambiar esta ruta y volver a otra en la cual el FA desde sus orígenes se movió con soltura y habilidad y sin embargo en los últimos tiempos pareció olvidarse: el camino del análisis, de la propuesta, de la guía, de la inteligencia. Un camino que hace crecer, que marca agendas, que desafía. Un camino que insta a estudiar, a leer, a dejar de talentear; a informarse, a prestar especial atención al conocimiento. Un camino que lidera e incentiva a hacernos más leídos, más informados. Que premia la preparación y el estudio; premia la tenacidad y la inteligencia; premia a la persona informada que trata de sacar lo mejor de sí para decidir con mayor libertad.

Empezar a abandonar un camino de jingles y eslóganes que sólo logra emparejar la chatura augura un buen futuro para Uruguay. Es por esto que le doy la bienvenida a la iniciativa del FA, al camino que intentará recorrer de ahora en adelante en esta campaña. Y la publicidad está bien hacerla, los jingles y los mensajes cortitos están muy bien… pero no podía tratarse sólo de esto. Porque sólo con esto estamos dando un mensaje atroz: para qué estudiar, informarse, democratizar la cultura, si todo lo podemos resolver con tres frases y cinco abrazos… Si podemos hablar entre nosotros a base de neologismos, insultos y palabras dichas por la mitad ¿para qué entonces toda esta pavada del liceo, bachilleratos, universidades… para qué tanta lectura y reflexiones que saca tiempo y somete a la persona a un esfuerzo nada menor?

Cuando en algo tan puntual y corto en el tiempo como una campaña política en procura de ganar el gobierno de un país, se privilegia la forma y no el contenido, estamos dando un mensaje. Cuando se elevan los contenidos, se presentan, se instalan bajo la forma de promesas y desafíos en el futuro inmediato y mediato, entonces hablamos de ideas, de conceptos, nos obliga a pensar un poco más, nos damos cuenta que para decidir necesitamos informarnos.

 En esta línea también me hubiera parecido muy bueno realizar debates políticos entre todos los candidatos a presidente. Considero que son muy ricos los debates, aún cuando sabemos que tienen mucho de show mediático, porque el confrontar las ideas, las críticas, las promesas sería también elevar el nivel de discusión entre la gente. Todo aquello que nos informe y nos ayude a pensar con elementos, con argumentos, nos hace más ricos. Y por sobre todas las cosas: nos incentiva a estudiar y ser más cultos.


No es un cambio inmediato en el conjunto de la gente, pero sería un gran orgullo volver a contar con el FA liderando el camino de la educación y el conocimiento, de a poco volver a instalar en el país la idea de que necesitamos –para crecer, para desarrollarnos, para ser más libres- el estudio y la información. Volver a instalar y guiar la idea de que vale la pena, es necesario, nos enaltece ser más cultos y más informados.

lunes, 17 de septiembre de 2012

LOS BUENOS Y LOS MALOS


No hay gente buena y gente mala. No es tan simple. No se burlen de la inteligencia, ni de la percepción, ni de la intuición de las personas. Los problemas son mucho más complejos y tratar de resolverlos mediante la banalización de los planteos es menoscabar la posibilidad de entendimiento, de debate, de información y de mayor educación y cultura de la población general.

Las/los seguidores de mi blog saben lo preocupada que me siento por temas como las decisiones, la autoridad y la responsabilidad, el hacerse cargo….. y también saben que más allá de cómo he presentado estos temas en los diferentes post, nunca han sido tratados como conceptos abstractos sino como el armado de la vida de cada uno. Es en este sentido que quiero traer estos conceptos nuevamente y vincularlos con algo actual y que de una manera u otra inunda la vida de cada uno de nosotros: el tema de la salud pública y el debate hoy instalado con los cirujanos de ese ámbito.

No hay cirujanos buenos y cirujanos malos. Hay cirujanos que quieren renunciar a salud pública porque no creen tener una remuneración ni condiciones de trabajo acordes con su estudio, su dedicación y su esfuerzo. Se puede estar de acuerdo o no con sus planteos y con sus medidas, pero lo que considero que no se puede, es simplificar esta situación hasta ponerla en términos de gente buena/gente mala.
Es obvio a esta altura que las cosas en salud pública están provocando disconformidades en distintos ámbitos. No quiere decir que las cosas estén horribles, ni que no se haya avanzado en muchos aspectos muy interesantes, pero es claro que se necesita seguimiento, corrección de ideas, corrección en la gestión, reparar equivocaciones, superar dificultades, cambiar rumbos donde las cosas no hayan salido según lo esperado… o en pocas palabras: seguir avanzando.  Cuando en lugar de esto, se ve la enorme preocupación por “culpar al otro” sin hacerse cargo de lo generado por sí mismo, entonces aparece mi desilusión irrevocable. En este conflicto en particular, escucho que desde el gobierno se pide a los cirujanos que tengan en cuenta que lo que está en juego es la salud, y que con la salud no se puede jugar, y piden que se acuerden de la gente que es la perjudicada… muy bien, pero si realmente los gobernantes creen esto que han dicho de la importancia de la salud pública, les corresponde a ellos que todo funcione, no echarle la culpa al “otro”. Al menos se espera que asuman la cuota de responsabilidad que les cabe. O de lo contrario ¿qué están trasmitiendo? Que los cirujanos con esta actitud se olvidan del ciudadano común, que son los malos ¿Y cómo se catalogarán ellos mismos que son los que hacen la política y toman las decisiones? Reconozcan mejor que los problemas no son simples de solucionar en lugar de dividir las situaciones entre el bien y el mal.

También sentí la opinión de un diputado del partido de gobierno llamando al repudio social. Buena manera desde el gobierno de solucionar conflictos. Y por si fuera poco, otro diputado -médico cirujano- declara sentir vergüenza por sus colegas porque es un país donde la gente pagó la carrera de quienes estudiaron y ahora son profesionales y por lo tanto éstos deberían estar pagando la deuda que generaron con la sociedad toda. Pero nuevamente...no es tan simple. Se dice que los profesionales deberían devolver a la población lo que se les dio en forma gratuita, porque los estudios en la Universidad de la República los paga la gente. Pero resulta que -si se quiere estudiar en la Universidad de la República- esto de que todos los que quieran hacer una carrera universitaria la hará en forma gratuita es una obligación. Porque se considera que es lo mejor para todos, y ni siquiera se permite hacer un debate serio sobre este tema, se convirtió en algo así como un “tema de principios”. Entonces a hacerse cargo de esta creencia. Asumir la responsabilidad por esta política. Un estudiante que quiere hacer su grado en la UDELAR no tiene la posibilidad de pagar sus estudios para luego no deberle nada a la sociedad. No se le da la posibilidad de tener un contrato claro, del tipo  “usted paga  x cantidad de dinero durante sus estudios, entonces no genera deuda; usted no paga nada durante sus estudios, entonces como profesional contrae la obligación de trabajar en el servicio público estatal tanto tiempo durante tantas horas como pago a su deuda generada”. Si la política o el principio indiscutible es que la educación sea gratuita para todos, sin contrapartidas establecidas más allá de los impuestos que se determinan, entonces a hacerse cargo de las consecuencias que esto genera en lugar de culpar a algunos de egoístas y sentirse otros tan generosos.

El sistema entero tiene que funcionar. Los responsables de que funcione eficazmente son los que tienen que resolver los conflictos y corregir lo que no esté saliendo bien. No es simple. Es preferible oír decir a los responsables que les es muy difícil resolver y mejorar algunas situaciones, y debatir o dialogar con los involucrados las formas para hacerlo, en lugar de tratar de convencernos que es un tema entre buenos y malos, egoístas y generosos. Si no tienen la inteligencia, audacia, honestidad y coherencia para gobernar no banalicen los temas, simplemente retírense y dejen el lugar a quienes sí sean capaces de hacerlo. 

lunes, 16 de julio de 2012

¿ESTAMOS EDUCANDO?


Un país puede tener -como parte de su política y plan de gobierno- a la educación como una de sus prioridades, o como la principal preocupación, lo cual sería muy positivo. Pero pienso que es insuficiente. Porque también, un país puede optar por tener a la educación como eje de su política, no como prioridad, sino como el núcleo a partir del cual todo se comienza a pensar y hacer. La diferencia está en que cuando la educación es el núcleo de las políticas significa que quienes las llevan a cabo todo lo planifican, lo piensan y lo ejecutan en función de si educa y cómo educa.

Entonces se mira a la educación primaria y secundaria porque los niños y adolescentes son el futuro del país, sobre quienes más se puede actuar, cifrar esperanzas, esperar cambios. Y esto implica educar con todo lo que significa esta palabra. Se educa para un correcto crecimiento y desarrollo del ser humano, cuidando de incorporar la individualidad a los deseos colectivos; enseñando que cada uno tiene un espacio, que la vida de cada uno es importante, que los sueños individuales y colectivos son posibles porque se puede soñar. La vida de cada uno y de todos vale y mucho; el espacio de cada uno y el espacio común vale y mucho; la convivencia entre todos -los parecidos y los distintos- vale mucho; el respeto entre los humanos es un valor a cuidar y proteger; los desafíos son plausibles, los cambios son bienvenidos, las ambiciones y los deseos están permitidos y encuentran por dónde canalizarse. Entonces se educa para la vida de cada uno y entre todos. Esta inmensa ambición se puede ensayar cuando un gobierno tiene como eje de cualquier política, emprendimiento, plan y acción a la educación. La educación como el centro, el punto de partida.

Bajar a tierra este desafío significa hacer el mayor esfuerzo -priorizando efectivamente- en la construcción de escuelas y liceos que sean acordes con lo que queremos enseñar a los jóvenes; que haya contención, limpieza, lugar para todos/as, luz, bancos, temperatura acorde. Por la vía de los hechos enseñar cómo está bien vivir y estudiar, porque no es lo mismo lo que se enseña cuando se encierra a un adolescente en un cubículo con el baño roto, paredes enchastradas, aulas congeladas en invierno, bancos que no alcanzan o están astillados, basura en los rincones; porque así ningún niño o adolescente crece y se desarrolla educándose en la comprensión del significado de “lo de todos”, del cuidado por “lo nuestro” “nuestro espacio”, sino que crece con el desprecio a su persona, con la idea de que no vale lo suficiente como para estudiar en un lugar cálido y acogedor, y por ende con el desprecio hacia todos sus “iguales” y el odio hacia aquellos privilegiados que sí tienen lugares de estudio respetuosos y por tanto son los “diferentes”. Si se quiere hablar de convivencia hay que hacer eje en cómo estamos educando. Por esto es que la infraestructura es un tema tan importante como el contenido de los programas de estudio. Porque de niño y adolescente, además del relato histórico y aprender a sumar y restar, se está enseñando a vivir en sociedad, con otros, con lo que somos y merecemos, con la vida como bien más preciado, pero no porque lo diga en un discurso sino por la vía de los hechos. Entonces los centros de estudio deben ser suficientes, cálidos, acogedores, contenedores, inclusivos; deben mostrar justamente que cada vida vale y mucho. Cualquiera entiende que es muy importante tener suficientes y buenos edificios para que los chicos estudien, pero tenemos que entender que significa algo mucho más profundo; no es sólo para que los muchachos no pasen frío o no se les llueva el techo (cosas por cierto muy importantes) sino algo mucho más hondo: le estamos dando o no el lugar a la vida individual y colectiva, y le estamos diciendo cómo es ese lugar, cómo es lo que se merece cada uno, cómo vale cada quién. Claro que también son importantísimos adecuar los planes de estudio, los programas, lo que se quiere enseñar y cómo se lo quiere enseñar. Pero una cosa no debe retrasar la otra. Una cosa no debe sustituír la otra. Porque hay cambios que cuestan más llevarlos a la práctica que otros y no está bueno que mientras se trata de hallar consensos en lo que se quiere enseñar y en cuánto tiempo, se esté dejando de lado la enseñanza más profunda sobre el valor que tiene la vida de cada uno, el espacio donde merecen desarrollarse, porque esto es infundir seguridad y autoestima a cada chico.

Bajar a tierra también significa comenzar una política de mejora y perfeccionamiento de los educadores, dándoles el lugar de importancia que tienen en una sociedad cuyo eje es la educación. Y hay que saber que la construcción de cualquier cambio se realiza a partir de los hombres y mujeres, del entendimiento de sus complejidades y ambivalencias; estos cambios se van realizando con los recursos humanos que existen hoy, y por tanto se los tiene que incorporar, englobar, en toda proyección sobre política hacia los educadores. Y pasaría a tener una enorme relevancia los centros que preparan a estos educadores.

Pero también significa pensar cualquier plan, cualquier rincón del gobierno en función de si estamos educando y qué estamos educando; si se está trasmitiendo el valor de la vida con cada acción, cada plan, cada modificación, con tantos pequeños gestos. Por ejemplo tener un servicio de limpieza de cada ciudad que permita que el ciudadano se sienta cómodo en su lugar de vida, que lo valore, que se apropie, que entienda lo que significa un bien común y cuánto nos preocupamos todos por tener este bien común prolijo y respetuoso con todos. Entonces podemos enseñar a reciclar, pero sólo si después no se burlan de nosotros porque lo que reciclamos se tira todo junto en algún lado. Podemos enseñar a sacar la basura individual los días que se recoge un contenedor colectivo y no cualquier día, porque así nos ayudamos a preservar nuestro hábitat, pero entonces el contenedor colectivo debe ser vaciado y limpiado los días estipulados para que el ciudadano comprenda por la vía de los hechos que todos somos los que colaboramos para respirar aire puro.

Significa respetar las reglas y las instituciones que son de todos, porque así por la vía de los hechos se enseña y se educa a respetar los espacios privados y públicos porque tienen un valor: la casa, la cuadra, la plaza, el barrio, el parlamento, los monumentos, los parques, las calles, las veredas, los jardines, la lámpara del vecino, la escuela, el club. Sólo por la vía de los hechos, respetando y cuidando obsesivamente lo que es de todos, es que un ciudadano incorpora conceptos como respeto y convivencia. Si no hay luminarias, los parques no se cuidan, las calles están rotas, se juntan basurales, se sacan árboles y se olvidan de colocar nuevos en sus lugares; si se desprecia lo público, entonces no se puede echar la culpa a la idiotez y desinteligencia ciudadana, como les gusta hacer a muchos. Porque son quienes gobiernan basados en la educación los que tienen que enseñar a la mayoría estos conceptos, por la vía de los hechos.

Significa explicar, aunque resulte aburrido y monótono, cada idea, cada acto. Que tenga una explicación con la cual algunos estarán de acuerdo y otros no, pero existe un pensamiento antes del acto. Porque tirar ideas irresponsablemente sin asumir sus consecuencias, es enseñar que cualquiera puede decir cualquier cosa porque todos estamos capacitados… todos somos médicos, directores técnicos del cuadro de fútbol, políticos, sociólogos y carpinteros… los que se preparan y estudian pierden el tiempo, si cualquiera puede saber cómo se arregla el mundo. Si queremos que la educación, la preparación, el pensamiento, la discusión sean valores a resguardar, entonces los que erigen los planes, los que proponen las ideas para todos, los que sugieren comportamientos, sean los que eduquen, expliquen, y por la vía de los hechos enseñen que las cosas no son fáciles y sea lo que sea para lo que nos estemos preparando debemos pensar antes de hacer, informarnos y pensar. Luego hacer. Y hacer. Porque también educar es poder trasmitir que cuando se llega a una conclusión se hace porque no nos conduce a buen puerto quedarnos eternamente en la duda ni en la complejidad del pensamiento.

Es distinto decir que la educación es una de las cosas más importantes que debe encarar un gobierno, a decir que la educación será el eje desde donde se gobierne. Todo lo que se hace, por más chico o más grande que sea, estará ideado, planificado y pensado en base a qué estoy educando con esto. Pero claro está… para esto se necesita liderazgo. No esperen que una población en general decida lo que no se informó lo suficiente, lo que no sabe, lo que no estudió. Se tira una idea y después se dice que si la mayoría quiere se hace y si la mayoría no quiere no se hace ¿Qué significa esto? Nuevamente: parece que todos tenemos capacidad para decidir sobre cualquier cosa, no sé para qué estudian los que estudian; además no necesito información ni enseñanza sobre la cuestión a decidir, porque está bien decidir a instinto, a piel, tal como se me tiró la idea.

Convivencia, tolerancia, cuidado público, interés colectivo, todo esto se educa, no viene solo. Por eso es diferente la propuesta de un gobierno que invite a realizar cada acto en base a la educación general. La educación como gobierno mismo, en todos los aspectos de la vida, para lo cual también se necesita autoridad y liderazgo. De lo contrario, no hablen de palabras tan importantes tirándolas al vacío. Convivencia, tolerancia, respeto, amabilidad, felicidad, sueños, trabajo. Todas palabras con mucho significado que un gobierno debe bajar a tierra en lugar de banalizarlas.  

lunes, 25 de junio de 2012

LAS PALABRAS Y LOS CONCEPTOS.-


Palabras como amor, felicidad, solidaridad, tolerancia… son palabras. Estas palabras cobran significado dependiendo de su contexto, del pensamiento en el cual fueron nombradas, de la intención de quien las nombró, del grado de responsabilidad y poder que tiene quien las menciona como palabras/destino, de la cultura de la región en la cual fueron mencionadas, de las expectativas y de las posibilidades del lugar en el cual se nombran. No me parece interesante la inocencia de tomarlas como simples abstracciones, como si no se dijeran cosas muy concretas cuando se mencionan, como si no se tuviera una intención o un objetivo, como si todos entendiéramos lo mismo o les diéramos el mismo significado.

Cuando las palabras amor y felicidad son mencionadas por un poeta que revela su estado de ánimo, su deseo, su expectativa, su mirada soñadora y pura inmersa en su existencia, entonces soy capaz de apreciarlas en su magnitud, con toda esa abstracción; puedo jugar a que hablamos y aspiramos a lo mismo, que significan las mismas cosas porque las entendemos en ese contexto de poeta y poema, como estados del alma o aspiraciones abrazadoras del universo todo.

Cuando esas palabras están mencionadas en el contexto de un país totalitario, o donde se establece un régimen dictatorial, o un régimen claramente autoritario, opresor o abusivo, voy a entender estas palabras depende quién las mencione: ¿las dice el representante de la oposición, de la resistencia, quien lucha por una vida democrática o más libre para su población? ¿o las dice el propio dictador? Porque estas mismas palabras significan una cosa u otra dependiendo de todos los parámetros dichos en el primer párrafo.

Cuando estas palabras como cultura, felicidad, convivencia, son mencionadas por quien tiene la responsabilidad de instalar políticas en su país, por quien tiene la posibilidad de establecer normas de entendimiento (de acuerdo a su cultura, de sus posibilidades y las reglas de convivencia de su lugar), por quien tiene el poder o la responsabilidad de generar las políticas que lleven a un estado al máximo de bienestar, entonces estas palabras no son abstractas, no son existenciales, significan cosas muy concretas, que tienen que ver con lo que esa persona debe hacer,  porque tiene la obligación, el derecho, y la posibilidad que le otorga su cargo o investidura. Si no lo está haciendo, o si lo pretende hacer pero falla, no me voy a emocionar porque me diga en un discurso que el fin último de mi existencia es mi estado de felicidad. Porque es el encargado de vehiculizar con sus políticas esta posibilidad y sin embargo falla al hacerlo. Porque estas palabras tienen que ver con nuestra cultura, con nuestra vida cotidiana y con nuestra capacidad de elección. No son abstractas. Es muy simpático decir “ámense los unos a los otros”, muy compartible, muy de profeta. Si se tiene la responsabilidad del manejo de un país, entonces esto debe manifestarse en políticas concretas que apunten a este objetivo para que me caiga simpático, o de lo contrario para mí vale muy poco, es cosa de profetas…

Pero hay otro aspecto que me importa tanto como éste: ¿quién se arroga el derecho de decirme qué significa mi felicidad? ¿quién se arroga el derecho de decirme si lo que yo hago me da paz espiritual o no? ¿quién es capaz de decirme cómo logro mi armonía en el mundo? Porque es muy simpático también, o políticamente correcto, en estas épocas y en esta parte del mundo a la que pertenezco, decir cómo está bien comer, cómo es saludable vivir, cuáles son las aspiraciones “sanas” y cuáles son lo suficientemente enfermas como para pensar “que me dominan”. Parece que está bueno profetizar sobre cinco signos vitales portentosos y apetecibles para una imagen de ser humano habitando en su hábitat de determinada manera que debería ser compartida por todos los seres normales ¿Quién lo dice?

Siento que es muy peligrosa aquella persona que intente explicarme que mi vida está bien o mal porque me interese o me emocione lo que me interesa y emociona. Es políticamente correcto y aceptable que alguien diga “abajo el consumismo”… ¿qué quiere decir? ¿en qué contexto, en qué lugar, dentro de cuál cultura se está diciendo esto? Son palabras dichas para cosechar simpatías y aplausos, a menos que estén contextualizadas en una propuesta que me sea tan atractiva como tener una linda televisión en mi casa porque me gusta ver películas en mi tiempo libre. En la parte del mundo que conozco y donde me desarrollé, hay un bien que me exalta y que me genera una inmensa felicidad, y es la posibilidad de elegir. Elijo cómo vivo. Elijo quién soy dentro de los parámetros de mi posible. Elijo cómo. Elijo gobernante por un tiempo acotado. Elijo echar al gobernante. Elijo mi religión. Elijo oponerme a las religiones. Elijo una ideología. Tengo espacio para luchar por mi ideología y en contra de otras. Elijo estar sola o acompañada. Todo dentro de los parámetros de lo posible, elijo. Y no tengo por qué emocionarme porque alguien dice que está bueno comer manzanas recién cortadas del árbol porque eso genera no sé qué cosa material y espiritual, porque capaz que yo no quiero comer manzanas y si las como voy a ver de dónde y cuáles elijo comer. Ésta es nuestra enorme posibilidad. Si queremos vivir sin ambiciones materiales, dormir con el cuerpo pegado a la tierra de mi patria, lo puedo hacer. Y si aspiro y me deslomo para conseguir una casa con doble piso y muchos aislantes para no tocar nunca la tierra de mi patria y menos las hormigas que suelen acompañarla, es cosa mía, y no le cedo el derecho a nadie que me diga si esto está bien o está mal, si vivo en la felicidad o en la infelicidad. Cada uno se elije su felicidad. Ésta es la inmensa bondad de nuestro estado actual, en algunas partes del mundo. Éste es el bien preciado. Poder elegir y responsabilizarme por lo que elijo asumiendo sus consecuencias.

Si una persona, con el cargo y el poder de resolver las políticas de un país, habla del desarrollo sustentable y de los problemas y posibles soluciones a las que se enfrenta un país o una región, puedo estar de acuerdo con sus dichos o no, pero sé que su preocupación está en el desarrollo, en la posibilidad de una mejor existencia, de ese país o región. No es un idiota que sólo piensa en consumir porque a los humanos nos ganó el mercado y ahora parece que “el mercado” nos domina… como si el mercado fuera un ser objetivo con inteligencia propia que se convierte en carnívoro y devorara a los humanos. Esta persona, con el cargo y el poder, hablando de desarrollo y mejoras de políticas, sé que está trayendo a nuestra vida cotidiana palabras como felicidad, libertad, convivencia. No deja estas palabras en el abstracto mundo de la poesía, incluso y aunque estuviera totalmente en desacuerdo con lo que propone o dice.

Al contrario, si una persona, con el cargo y el poder de resolver las políticas de un país, me habla de que el objetivo es la felicidad… ¿qué está diciendo? ¿acaso adivinó lo que para mí significa esto en mi vida cotidiana? ¿acaso tiene el mismo contenido que para mí esta palabra? Entonces para contestarme estas preguntas, me fijo especialmente en lo que está siendo capaz esta persona con cargo y poder de hacer en su país y/o región, para darme cuenta si realmente propende con su accionar cotidiano como gobernante a una vida donde los individuos en su mayoría se sientan más felices, más solidarios, con mayor tolerancia y mejor convivencia. Si sus medidas propenden a esto, entonces al menos es coherente y su discurso cobra un sentido concreto y palpable, visible y aplaudible. Y si no, será poesía pero no hecha por un poeta sino por el que ostenta la responsabilidad de concretar estas palabras y hacerlas vida cotidiana. Tal vez todas estas sean parte de las principales razones por las que no me emociono de buenas a primeras por dichos elocuentes y palabras rimbombantes. Las contextualizo. Me fijo. Pienso. Porque ésta es mi existencia, así de concreta.

lunes, 28 de mayo de 2012

¿CÓMO ESTAMOS TRANSITANDO?


Si se entiende la vida como una creación personal y no como una existencia objetiva capaz de ser mirada desde afuera, entonces se puede pensar cómo se está haciendo, cómo se está creando, cómo cada uno transita su vivir.

La vida no es un sistema ajeno a uno mismo, ni una entelequia, ni un paisaje o vivencia depositada en el mundo exterior: la vida es lo que cada uno está siendo capaz de crear, lo que cada uno está haciendo en cada instante. Es el mapa personal, las coordenadas generadas por cada quién. La vida no se puede mirar como se mira un cuadro; no se puede observar como un proceso o situación que ocurre en la vereda de enfrente. Es inherente a la existencia de cada uno.
Este proceso es individual ya que no podemos armar la vida a otros ni por otros: es inherente, intrínseco, propio. Alguien me dijo que “el árbol de la calle” existe sin mi presencia, lo cual es verdadero para mí. Pero ese árbol está incluído en el mapa de mi vida de una manera particular, con un determinado sentido; no es el mismo “árbol de la calle” para otro, porque para ese otro está incluído de otra manera en el mapa de su vida.

No existe entonces aquello de que la vida “me hizo” tal o cual cosa, que la vida “me obligó a”, o el famoso “vamos a ver qué me depara la vida”. Porque no hay un fenómeno externo que me determine, que me haga, que me obligue ni que me depare. Son las decisiones que toma cada uno en cada momento, son sus deseos, sus proyecciones, lo que hace y lo que deja de hacer.

Llevados al problema de una situación de vida disarmónica, de un estado del vivir conflictivo, agresivo, intolerante o simplemente triste, la pregunta es:  ¿qué es lo que hace que una persona que transcurre sus días con un sufrimiento que tiene solución continúe en ese sufrimiento sin intentar resolverlo? ¿qué es lo que determina que alguien –a sabiendas de que vive en pena- decide seguir viviendo en pena?
En esta vida que nos estamos haciendo interactuamos con las otras vidas que los otros se están haciendo, en un enredo difícil y riquísimo. Entonces suceden hechos y situaciones que no dependen de nosotros ni de nuestras decisiones. Pero sí depende de cada uno el qué se hace con estas situaciones… ¿nos sentamos a llorar y nos abandonamos a la inanición? ¿nos entristecemos profundamente para luego seguir adelante con fuerza y decisión? ¿le echamos la culpa a la suegra, al gato, al marido o a los hijos? ¿nos alegramos infinitamente y confiamos en el “buen destino”? Qué se hace a partir de cada situación, cómo se para cada uno, cómo dispone, cómo transita sus sentimientos y emociones, esto es parte de la vida creada por cada uno y son las cartas que cada quien puede jugar.

Cuando se siente que se está viviendo mal, se toman distintos caminos. Como ejemplos: algunas personas quedan atrapadas en un círculo vicioso viviendo y re viviendo los mismos conceptos, estructuras y polémicas que los condujo a la situación problemática. Otras personas se centran en sí mismas y repiten sus razones, sus verdades, sus pensamientos una y otra vez sin lograr mirar la existencia del otro ni contemplar la posibilidad de que esté equivocada. Otro camino es hacer un esfuerzo por tratar de entender cómo se está funcionando, qué es lo que está causando daño; identificar lo que no sirve para el objetivo planteado o qué causa tanto malestar. Y una vez detectado el funcionamiento que no sirve, esmerarse en tratar de construir de otra manera, de hacer las cosas diferente, o simplemente entender un poco más, abrir otras posibilidades, incluir otros pensamientos y otras formas de hacer las cosas.

Cuando el esfuerzo, el gasto de energía, es ganar la batalla y todas las batallas, el juego puede volverse muy agresivo. La persona entiende que tiene la razón, tiene la verdad, los demás están en su contra o le están haciendo daño; entonces hay que ganar, hay que demostrar que los otros están equivocados, denunciar el daño que hacen para seguir por el buen camino.
Cuando el esfuerzo apunta a detectar qué es lo que está haciendo daño, y emprender el difícil camino de inventar otra forma, experimentar cambios, percibir distintas posibilidades, entonces el juego se vive con intensidad. Vale el esfuerzo, vale el gasto de energía. Vale porque se está peleando por una vida mejor, vale porque se está apreciando lo que se consiguió, lo que se tiene, lo que se puede. Y porque se valora la existencia del otro como un diferente.

Sea como sea, lo que parece realmente importante es que cada uno sepa que está decidiendo cómo vivir. Emprendió el juego, ya sea el de ganar batallas, ya sea el de corregir e intentar, ya sea el de dejar todo como está y sufrir. Cada uno es responsable de cómo está viviendo. No hay excusas. No hay culpas. No hay explicaciones ni se está determinado. Cómo se vive esta vida, la que tenemos, es decisión y responsabilidad de cada uno y va a depender de cuál es el juego que se esté decidiendo jugar.