lunes, 26 de diciembre de 2011

LAS FIESTAS

Último lunes del año… para muchos estas fechas significan una movida muy importante, a veces por causas externas y a veces por causas internas.

En lo externo están las salidas, el trabajo, los encuentros, las compras…. Toda una vorágine que se junta y enlentece el tránsito.
En lo interno ya es más complicado. Aparecen todo tipo de sensaciones y sentimientos. Voy a mencionar sólo tres estados que me resultan los más comunes:

- Entusiasmo y alegría: por los colores, la vida, el movimiento, la exaltación. Son personas que pueden disfrutar tanto de cuestiones profundas e importantes como de las livianas o anodinas. Simplemente disfrutan.
- Hastío y rabia: por los colores, la vida, el movimiento, la exaltación…. Parece que todo esto fastidia, impacienta, exaspera. No toleran lo que están viviendo, consideran que simplemente lo están padeciendo.
- Agobio y tristeza, llantos, quebrantos, desconsuelo: por lo que se perdió, por los que perdieron, por los que no están, sobre todo porque aparece más definido y claro los que faltan.

El entusiasmo y la alegría expresan agrado, complacencia, capacidad para disfrutar. Se demuestra en los boliches repletos de gente por la noche, la algarabía, la distensión: se vieron ayer y probablemente se vean mañana, pero disfrutan ese abrazo especial, ese saludo, ese deseo o simplemente esa muestra de afecto. Muestran ganas de hacer regalos, de agasajar, de brindar, y otra vez de abrazarse y pasarla bien. Da gusto. Se comparte. Muchas risas, muchas miradas.

Los que hastían y rabian me atrevo a decir que tienen muchas cosas para resolver. Están con muchos pendientes. Con disgustos que atravesaron el año entero, que quedaron estancados en algún lugar, que perturban el diario vivir. No soportan, no toleran, resienten. No pueden disfrutar entonces todo se vuelve una molestia profunda; hasta se intelectualiza muchas veces el desagrado y se argumenta en contra del regocijo. Tienen conflictos que amargan el alma. Perturba cualquier sensación placentera. Ese fastidio que se trasmite con un malestar y disgusto hacia el divertimento y algarabía. Saben que tienen que resolver, tomar decisiones, cambiar el rumbo, no se atreven pero lo saben. Entonces rabian y disgustan.

Me preocupan especialmente los que están inmersos en el agobio y la tristeza, la falta, el vacío: los que están angustiados por la muerte, por el que falta, por el que ya no está más…. Es comprensible, la muerte es amarga, la falta del ser querido duele, provoca, apuñala el alma. Estas personas quieren y recuerdan pero no pueden apartarse del abatimiento. Esto no permite honrar a sus muertos queridos. Y la mejor manera de honrar esas vidas que hoy no existen, es vivir lo más intensamente posible. Justamente porque ellos -nuestros muertos queridos- no pueden. Es así que nosotros, los que estamos vivos, no podemos ser tan egoístas y malgastar esta vida que ellos ya no pueden tener: la tenemos, entonces honrémoslos viviéndola y no tirándola entre lágrimas y depresiones. Hagamos este esfuerzo, que ellos puedan de esta extraña manera, vivir a través nuestro. Es cuando cobra un sentido profundo estas fechas, las fiestas, los encuentros, el abrazo, la risa, las miradas: el entusiasmo y la alegría.

lunes, 19 de diciembre de 2011

CONSCIENCIA Y DECISIÓN (parte II)

Considero que uno de los temas problemáticos al cual se enfrenta todo individuo es acerca de aceptar y manejar los cambios. Es más, tengo la certeza de que casi todo lo que anda mal, en un mismo individuo y entre los individuos, tiene que ver con dos grandes capítulos: la paranoia y la repulsión al cambio. De la paranoia escribiré más adelante, ahora me ocupa el tema de los cambios.

En algunos casos se podrá reconocer que el conservadurismo de un individuo tiene que ver con mantener determinado statu quo; o que es inherente a pertenecer a una corporación que brega por sostenerse a sí misma por encima de cualquier otra cosa; o tiene que ver con que este determinado individuo ocupa un lugar en una silla en un salón que le es conveniente o placentero y que por lo tanto sólo podrá trabajar para mantener su lugar, la silla y el salón tal como están.
En otros casos se podrá explicar por el miedo a lo que no sabe, el terror a empeorar su situación actual (“más vale malo conocido que bueno por conocer”). En otros casos, en fin, podremos interpretar que la falta de inteligencia, cultura, comida, pastilla para la tos, hogar con ladrillos, papá y mamá, y todo lo que se quiera poner aquí es lo que causa el sosiego, la permanencia, cobardía, prudencia, inseguridad, aprensión, y que termina por afectar al individuo en su capacidad por absorber los riesgos. Por todas estas cosas mencionadas y por muchas más, por alguna de ellas o muchas mezcladas, este individuo no tolera la incertidumbre y entonces conserva, detiene, se agrupa; y cuando lo hace no se siente tan responsable: el responsable es el grupo; o mejor aún: el responsable es el otro, el distinto, el que no pertenece, el enemigo. Ese individuo entonces, con bastante facilidad, se convence a sí mismo ser el poseedor de la razón, la verdad, Dios está de su lado; del otro lado los equivocados. No puede revertir este orden. Es un orden sagrado. Necesita que la vida sea una línea que tiene un comienzo, un medio y un fin, un hecho detrás del otro, causa y consecuencia, destino que crea por sí mismo o destino marcado por su Dios. Necesita la consolación del saber, no puede con las revueltas, las renovaciones, reformas, correcciones; no puede ni siquiera con las perturbaciones. Entonces conserva. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga. No importa de qué tema se hable. Mantiene y perpetúa, inmortaliza. Porque de lo contrario sabe que será otro puntito más arrojado al cosmos. Sobreviene el ahogo del espacio abierto, de la libertad, de la verdadera responsabilidad individual. Este individuo niega la contingencia, marca un camino y tiene un destino. Que nadie lo saque de la línea trazada. Inventa la vida como una línea que progresa hacia algo. Inventa la pertenencia y la continuidad.

Lo peligroso es no darse cuenta que el discurso que adopta este individuo puede ser engañoso e incluso disfrazado de revolución. Hay que estar atento antes de defender o aceptar discursos que disfracen lo que subyace en él: mantener las cosas en un lugar manejable por el individuo o grupo… mantener.

El otro individuo, el que sabe de la contingencia, es consciente, decide, se responsabiliza, asume la inmensidad de errores, festeja los aciertos, se juega por sus certezas, creencias y sueños; se arriesga, habla y dice; se enfrenta. Este ser que puede existir aunque sepa que va a no existir; este ser que incorpora lo incierto, lo asume y lo maneja para formar parte también de sus resoluciones. El ser contingente, en el aquí y ahora con el pasado incorporado, que vive la existencia arrojado al cosmos a sabiendas que la vive hasta que deja de hacerlo y se convierte en no existencia, es el que toma decisiones en forma permanente, las hace conscientes. No se pone excusas para no hacerlo. O aún: sin creerse que no lo hace cuando de todas formas lo está haciendo. Es un ser que se elige a sí mismo, con toda la carga que esto conlleva. Sabe que no se puede hacer a sí mismo, pero puede elegir. Existe como individuo pertenezca o no a grupos, se acompañe o no de otros.
Su discurso va a marcar cambios, va a incomodar, genera aprehensión porque desarma el orden establecido. Es innovador, es revolucionario, acepta la incertidumbre como parte de su existir, no le teme ni se sugestiona con el no-saber; emprende sin saber dónde termina, cuál es el final; puede cambiar, es el “otro”, el enemigo, el culpable, el que puede mover los cimientos. Su discurso lo acompaña. Es auténtico.

Un individuo cuando no es consciente de lo que decide, o que no resuelve los obstáculos en su andar, que piensa que vive lo que le tocó vivir, como si su vida fuera obra de fuerzas superiores, que cree que su andar está marcado por los objetivos y las metas que se propuso a sí mismo, o que propuso su grupo de pertenencia, o que propuso las fuerzas del más allá, este individuo no es responsable de lo que está armando porque cree que no lo arma él. Y cuando llega a un lugar, quiere quedarse en él, porque le resulta temerario cambiar. Es un ser que existe cargado de frustración, y oscuridad.
No aceptar la contingencia es no aceptarse en su todo, es no ver, engañarse y pensar que puede prescindir de la decisión. Y lo hace, entre otras cosas, tratando de privilegiar la quietud, trata de que nada cambie, que no tenga que tomar nuevas decisiones, que todo siga como está. Repele el cambio. A tal punto, que hasta puede recurrir a ideologías, a creencias místicas, a sabidurías ancestrales, a interpretaciones ingeniosas de la realidad… cualquier cosa que le dé argumentos suficientes para que nada cambie. Se puede hablar de progreso y revolución haciendo las cosas de manera de que nada cambie. La permanencia y continuidad, el conservadurismo, no tiene signo político ni se adscribe a ninguna ideología. Cualquier ser que se niegue a sí mismo la contingencia, que le asuste armar su malla de hilos entrecruzados, va a sacar argumentos de cualquier lado para que justifiquen lo suficiente la mantención del statu quo.

Más allá de cómo cada uno decida vivir, de qué sea lo que privilegie, de cuáles sean sus convicciones, la responsabilidad está en escuchar verdaderamente lo que se dice, escuchar los discursos, escuchar las propuestas, cuando éstas están dirigidas al discernimiento público, cuando éstas piden un voto, cuando tratan de formar opinión. No seguir las palabras como si sólo hablaran de lo que dicen, no encantarse con la forma del decir: hay que escuchar y comprender qué es lo que se está proponiendo en realidad, qué es lo que se está haciendo en realidad. Porque cada uno, en algún momento, tiene que ser consciente y tomar una decisión. Ver más allá de las palabras. Escuchar más allá de lo que se dice. Para entender. Para aprobar y desaprobar. Para juzgar. Para evaluar. Para saber en qué sitio se encuentra cada quién.

Muchos discursos absolutamente conservadores, pero también miedosos y paranoicos están adornados de buenas intenciones. Saber discernir es un tema de responsabilidad. Para ser auténtico, la conciencia y decisión de cada acto, de cada obra, de cada movimiento, tiene que superar el miedo a la no permanencia, aceptar el no-saber inherente a la formación de la malla de hilos entrecruzados. Vale la pena preguntarse entonces… ¿qué seguimos cuando seguimos? ¿qué aprobamos cuando aprobamos? ¿qué votamos cuando proponemos?  Conciencia y decisión, que llevan a la responsabilidad individual.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Consciencia y decisión (parte I)

Un día despertamos y nos damos cuenta que estamos en un determinado lugar. Ocupamos un espacio, hay límites propios y límites impuestos, simplemente nos reconocemos en un sitio que lo podemos describir usando todos nuestros sentidos, lo podemos interpretar usando nuestra imaginación, lo podemos analizar usando el raciocinio. Sea como sea el ser se identifica como individuo en tal lugar. No importa si gusta o no gusta. Si da miedo, gracia, resignación o rabia. Es el individuo en un lugar.

Este individuo pone a jugar su consciencia actual y se comprende también en un sentido histórico: entonces sabe que vino de algún lado, partió de algo. Hace suya su historia. Está incorporada en el aquí y el ahora. Sabe de dónde parte pero no puede saber dónde terminará. Puede saber que hoy está aquí -que salió de alguna parte, recorrió la malla de hilos entrecruzados- y que hoy está aquí. Consciencia de pasado y presente incorporados.

La persona también puede saber que desea algo, que quisiera dirigirse a, que sueña con caminar hacia. Puede hasta inventarse un posible lugar de llegada, a sabiendas de que esto es el final de un sueño pero no el final de su recorrido. Se proyecta. Realiza elecciones. Dentro de sus posibles, elige, emprende, actúa. Y en base a esta proyección y a esas elecciones toma más y nuevas decisiones.
El final último del recorrido sí lo conoce aunque no lo quiera ver… es la muerte. El individuo conoce el final de la existencia actual. Sabe que el final de su existencia actual es la no existencia. Pero el camino en esa existencia, su tránsito o deambular, no lo puede conocer. Se reconoce en un determinado lugar como ser contingente. No conoce en qué puertos va a recalar -más allá de que sus pasos se dirijan razonablemente hacia puntos proyectados. En su camino de existencia no sabe dónde va a terminar con cada paso, maniobra o decisión. Sólo sabe que en algún momento, en algún lugar, se convierte en no existencia.

Entonces es el individuo en un lugar. Con su carga histórica. Su presente que alberga e implica su pasado. Con su futuro ignoto que sólo sabe de incertidumbres. Así va armando su vida: siendo consciente de cada decisión, tomada en base a sueños, proyectos, posibilidades, mandatos, pero con el agregado de que sus decisiones no van a asegurar el nuevo lugar al cual llegar. Las toma igual –las decisiones- porque así se arma su vida. Sin garantías. Sin saber si con ellas cumple las metas deseadas. Decide dar tres pasos hacia la derecha para colocarse en la baldosa gris, a sabiendas de que hará lo posible por dar tres pasos, puede que los dé o puede que no, y que eso ojalá lo conduzca a donde imaginó, aunque no puede asegurar que esa baldosa realmente sea gris. Sólo sabe que se trasladará hacia otro punto y recién allí se encontrará este individuo en este otro lugar. Y así sucesivamente se dibujará el entramado, la malla de hilos entrecruzados sin patrón alguno que es su vida posible.

En este entendido, tomar consciencia actual e histórica, tomar decisiones en forma permanente, saber que todo cambia y que cada cambio vuelve a implicar tomar consciencia y decisiones…. Si se entiende de esta forma el dibujo de la vida de cada uno, entonces podemos atrevernos a aceptar los cambios que nuestra sola existencia produce, ya sin tanta reacción, sin tanto dolor, sin tanta rabia, sin tanto dolo, sin tanta envidia, sentencia ni aversión. 

lunes, 5 de diciembre de 2011

CONCIENCIA Y DECISIÓN (parte 0)

El post de este lunes tenía previsto hablar del tema "Conciencia y Decisión" dividido en dos partes. Pero necesito antes compartir una parte cero.

Los restos humanos que se encontraron en el marco de las excavaciones realizadas en el Batallón 14 corresponden al maestro y periodista Julio Castro.

Este descubrimiento tiene que haber conmovido a gran parte de la población. Julio Castro tenía 68 años cuando lo secuestraron en agosto de 1977 en la vía pública. Ahora todos sabemos que no sólo fue secuestrado: también fue torturado, fue atado de pies y manos y se lo asesinó con un balazo a la cabeza. Uno de los muchos desaparecidos que se convirtió en estos días en un hallado, en una realidad, en una historia viva, en por fin una verdad. Lo que se pretendió quedara en lo no dicho sale a la luz, no sólo con su palabra sino también con su cuerpo que habla, también con la memoria de quienes lo conocieron, también con el amor, el dolor, el recuerdo de quienes lo quisieron.

Conozco personas que no leen o no buscan noticias como éstas, y cuando aparecen, las pasan por alto porque es cosa del pasado. Conozco personas que prefieren olvidar lo que pasó para poder seguir adelante con la vida; dar por superada la historia para abrir el mañana de par en par. Conozco personas que logran apartarse de la emoción que una noticia como ésta produce y la razonan, y en su razonamiento se plantean que esto pasa en las guerrillas, en las luchas, en los enfrentamientos entre bandos, los excesos en este marco existen. A todas estas personas es a quienes dedico especialmente el post de este lunes.

A veces se pretende que los hechos más dolorosos queden en el olvido... "dar vuelta la página"... Digamos que es tentador, sobre todo cuando lo vivido llena de angustia, de zozobra... entonces se quiere olvidar, continuar con la vida. Pero no es así como funciona. La vida no está desintegrada en distintos tiempos: es una sola, toda enredada. El pasado, lo que sucedió, lo que vivimos cada uno y en colectivo, forma parte, está integrado, comprende el momento presente. No existe un presente independiente. No se desprenden los tiempos. El presente incorpora el pasado, vive en lo que somos. Por eso es que no se puede simplemente "dar vuelta una página y comenzar de nuevo". Los seres humanos no comenzamos de nuevo. Nacemos, vivimos, morimos en un tiempo que se entremezcla y se contiene, se entraña, se enreda entre sí. El deseo, la idea o la imposición de dar vuelta las páginas no tiene sentido. Aunque se trate de imponer, se suplique o se legisle sobre la idea del olvido sencillamente no es posible, no está dentro de los "poderes del Hombre".

El pasado vive con nosotros los que vivimos. Está integrado. Nos forma tanto como lo actual. Entonces tenemos que saber qué resolución le damos a los conflictos, a los pendientes, porque ellos no se olvidan: se toma conciencia y se decide. La toma de conciencia y las decisiones pueden ser individuales o colectivas, pero lo auténtico es enfrentar el conflicto y desenredarlo, no clamar por el olvido.

Pero además, en estos días algunos se enteraron de una cuestión muy importante que muchos ya sabían: en nuestro país también, en este pasado tan reciente, no sólo se mató a quienes peleaban en el marco de una guerrilla; aquí hubo terrorismo de Estado, aquí se secuestraron niños y bebés; aquí se asesinó por lo menos a un hombre atado de pies y manos, con 68 años, frenteamplista independiente que nada tenía que ver con ninguna guerrilla. En este caso en forma probada -y como muchos sabemos, en otros tantos casos también- se asesinó por pensar diferente y no en el marco de un enfrentamiento armado. 

Que Julio Castro haya sido encontrado torturado, asesinado y enterrado a muchos nos estremece y remueve. Somos los que no queremos que esto pase como una noticia violenta más. Significa mucho. Significa un pedazo de la historia, un pedazo de una verdad. Hay que verla de frente, conmoverse y pensarla. Cada sociedad decidirá cómo resuelve los problemas y conflictos que se le presentan. Tienen esa posibilidad. Se resuelve con la conciencia de lo sucedido, con la información de lo que fue y lo que es.
Pero no tenemos amnesia ni nos tragamos cualquier cuento. No nos hagamos los desentendidos. Enfrentemos lo que somos y decidamos lo que queremos. En forma colectiva y en forma individual. Julio Castro existió, sigue existiendo en la memoria y el sentimiento de muchas personas. Sigue teniendo una voz que se escucha a través de otras voces que lo continúan.
Éste es nuestro presente.