lunes, 28 de mayo de 2012

¿CÓMO ESTAMOS TRANSITANDO?


Si se entiende la vida como una creación personal y no como una existencia objetiva capaz de ser mirada desde afuera, entonces se puede pensar cómo se está haciendo, cómo se está creando, cómo cada uno transita su vivir.

La vida no es un sistema ajeno a uno mismo, ni una entelequia, ni un paisaje o vivencia depositada en el mundo exterior: la vida es lo que cada uno está siendo capaz de crear, lo que cada uno está haciendo en cada instante. Es el mapa personal, las coordenadas generadas por cada quién. La vida no se puede mirar como se mira un cuadro; no se puede observar como un proceso o situación que ocurre en la vereda de enfrente. Es inherente a la existencia de cada uno.
Este proceso es individual ya que no podemos armar la vida a otros ni por otros: es inherente, intrínseco, propio. Alguien me dijo que “el árbol de la calle” existe sin mi presencia, lo cual es verdadero para mí. Pero ese árbol está incluído en el mapa de mi vida de una manera particular, con un determinado sentido; no es el mismo “árbol de la calle” para otro, porque para ese otro está incluído de otra manera en el mapa de su vida.

No existe entonces aquello de que la vida “me hizo” tal o cual cosa, que la vida “me obligó a”, o el famoso “vamos a ver qué me depara la vida”. Porque no hay un fenómeno externo que me determine, que me haga, que me obligue ni que me depare. Son las decisiones que toma cada uno en cada momento, son sus deseos, sus proyecciones, lo que hace y lo que deja de hacer.

Llevados al problema de una situación de vida disarmónica, de un estado del vivir conflictivo, agresivo, intolerante o simplemente triste, la pregunta es:  ¿qué es lo que hace que una persona que transcurre sus días con un sufrimiento que tiene solución continúe en ese sufrimiento sin intentar resolverlo? ¿qué es lo que determina que alguien –a sabiendas de que vive en pena- decide seguir viviendo en pena?
En esta vida que nos estamos haciendo interactuamos con las otras vidas que los otros se están haciendo, en un enredo difícil y riquísimo. Entonces suceden hechos y situaciones que no dependen de nosotros ni de nuestras decisiones. Pero sí depende de cada uno el qué se hace con estas situaciones… ¿nos sentamos a llorar y nos abandonamos a la inanición? ¿nos entristecemos profundamente para luego seguir adelante con fuerza y decisión? ¿le echamos la culpa a la suegra, al gato, al marido o a los hijos? ¿nos alegramos infinitamente y confiamos en el “buen destino”? Qué se hace a partir de cada situación, cómo se para cada uno, cómo dispone, cómo transita sus sentimientos y emociones, esto es parte de la vida creada por cada uno y son las cartas que cada quien puede jugar.

Cuando se siente que se está viviendo mal, se toman distintos caminos. Como ejemplos: algunas personas quedan atrapadas en un círculo vicioso viviendo y re viviendo los mismos conceptos, estructuras y polémicas que los condujo a la situación problemática. Otras personas se centran en sí mismas y repiten sus razones, sus verdades, sus pensamientos una y otra vez sin lograr mirar la existencia del otro ni contemplar la posibilidad de que esté equivocada. Otro camino es hacer un esfuerzo por tratar de entender cómo se está funcionando, qué es lo que está causando daño; identificar lo que no sirve para el objetivo planteado o qué causa tanto malestar. Y una vez detectado el funcionamiento que no sirve, esmerarse en tratar de construir de otra manera, de hacer las cosas diferente, o simplemente entender un poco más, abrir otras posibilidades, incluir otros pensamientos y otras formas de hacer las cosas.

Cuando el esfuerzo, el gasto de energía, es ganar la batalla y todas las batallas, el juego puede volverse muy agresivo. La persona entiende que tiene la razón, tiene la verdad, los demás están en su contra o le están haciendo daño; entonces hay que ganar, hay que demostrar que los otros están equivocados, denunciar el daño que hacen para seguir por el buen camino.
Cuando el esfuerzo apunta a detectar qué es lo que está haciendo daño, y emprender el difícil camino de inventar otra forma, experimentar cambios, percibir distintas posibilidades, entonces el juego se vive con intensidad. Vale el esfuerzo, vale el gasto de energía. Vale porque se está peleando por una vida mejor, vale porque se está apreciando lo que se consiguió, lo que se tiene, lo que se puede. Y porque se valora la existencia del otro como un diferente.

Sea como sea, lo que parece realmente importante es que cada uno sepa que está decidiendo cómo vivir. Emprendió el juego, ya sea el de ganar batallas, ya sea el de corregir e intentar, ya sea el de dejar todo como está y sufrir. Cada uno es responsable de cómo está viviendo. No hay excusas. No hay culpas. No hay explicaciones ni se está determinado. Cómo se vive esta vida, la que tenemos, es decisión y responsabilidad de cada uno y va a depender de cuál es el juego que se esté decidiendo jugar.