lunes, 16 de julio de 2012

¿ESTAMOS EDUCANDO?


Un país puede tener -como parte de su política y plan de gobierno- a la educación como una de sus prioridades, o como la principal preocupación, lo cual sería muy positivo. Pero pienso que es insuficiente. Porque también, un país puede optar por tener a la educación como eje de su política, no como prioridad, sino como el núcleo a partir del cual todo se comienza a pensar y hacer. La diferencia está en que cuando la educación es el núcleo de las políticas significa que quienes las llevan a cabo todo lo planifican, lo piensan y lo ejecutan en función de si educa y cómo educa.

Entonces se mira a la educación primaria y secundaria porque los niños y adolescentes son el futuro del país, sobre quienes más se puede actuar, cifrar esperanzas, esperar cambios. Y esto implica educar con todo lo que significa esta palabra. Se educa para un correcto crecimiento y desarrollo del ser humano, cuidando de incorporar la individualidad a los deseos colectivos; enseñando que cada uno tiene un espacio, que la vida de cada uno es importante, que los sueños individuales y colectivos son posibles porque se puede soñar. La vida de cada uno y de todos vale y mucho; el espacio de cada uno y el espacio común vale y mucho; la convivencia entre todos -los parecidos y los distintos- vale mucho; el respeto entre los humanos es un valor a cuidar y proteger; los desafíos son plausibles, los cambios son bienvenidos, las ambiciones y los deseos están permitidos y encuentran por dónde canalizarse. Entonces se educa para la vida de cada uno y entre todos. Esta inmensa ambición se puede ensayar cuando un gobierno tiene como eje de cualquier política, emprendimiento, plan y acción a la educación. La educación como el centro, el punto de partida.

Bajar a tierra este desafío significa hacer el mayor esfuerzo -priorizando efectivamente- en la construcción de escuelas y liceos que sean acordes con lo que queremos enseñar a los jóvenes; que haya contención, limpieza, lugar para todos/as, luz, bancos, temperatura acorde. Por la vía de los hechos enseñar cómo está bien vivir y estudiar, porque no es lo mismo lo que se enseña cuando se encierra a un adolescente en un cubículo con el baño roto, paredes enchastradas, aulas congeladas en invierno, bancos que no alcanzan o están astillados, basura en los rincones; porque así ningún niño o adolescente crece y se desarrolla educándose en la comprensión del significado de “lo de todos”, del cuidado por “lo nuestro” “nuestro espacio”, sino que crece con el desprecio a su persona, con la idea de que no vale lo suficiente como para estudiar en un lugar cálido y acogedor, y por ende con el desprecio hacia todos sus “iguales” y el odio hacia aquellos privilegiados que sí tienen lugares de estudio respetuosos y por tanto son los “diferentes”. Si se quiere hablar de convivencia hay que hacer eje en cómo estamos educando. Por esto es que la infraestructura es un tema tan importante como el contenido de los programas de estudio. Porque de niño y adolescente, además del relato histórico y aprender a sumar y restar, se está enseñando a vivir en sociedad, con otros, con lo que somos y merecemos, con la vida como bien más preciado, pero no porque lo diga en un discurso sino por la vía de los hechos. Entonces los centros de estudio deben ser suficientes, cálidos, acogedores, contenedores, inclusivos; deben mostrar justamente que cada vida vale y mucho. Cualquiera entiende que es muy importante tener suficientes y buenos edificios para que los chicos estudien, pero tenemos que entender que significa algo mucho más profundo; no es sólo para que los muchachos no pasen frío o no se les llueva el techo (cosas por cierto muy importantes) sino algo mucho más hondo: le estamos dando o no el lugar a la vida individual y colectiva, y le estamos diciendo cómo es ese lugar, cómo es lo que se merece cada uno, cómo vale cada quién. Claro que también son importantísimos adecuar los planes de estudio, los programas, lo que se quiere enseñar y cómo se lo quiere enseñar. Pero una cosa no debe retrasar la otra. Una cosa no debe sustituír la otra. Porque hay cambios que cuestan más llevarlos a la práctica que otros y no está bueno que mientras se trata de hallar consensos en lo que se quiere enseñar y en cuánto tiempo, se esté dejando de lado la enseñanza más profunda sobre el valor que tiene la vida de cada uno, el espacio donde merecen desarrollarse, porque esto es infundir seguridad y autoestima a cada chico.

Bajar a tierra también significa comenzar una política de mejora y perfeccionamiento de los educadores, dándoles el lugar de importancia que tienen en una sociedad cuyo eje es la educación. Y hay que saber que la construcción de cualquier cambio se realiza a partir de los hombres y mujeres, del entendimiento de sus complejidades y ambivalencias; estos cambios se van realizando con los recursos humanos que existen hoy, y por tanto se los tiene que incorporar, englobar, en toda proyección sobre política hacia los educadores. Y pasaría a tener una enorme relevancia los centros que preparan a estos educadores.

Pero también significa pensar cualquier plan, cualquier rincón del gobierno en función de si estamos educando y qué estamos educando; si se está trasmitiendo el valor de la vida con cada acción, cada plan, cada modificación, con tantos pequeños gestos. Por ejemplo tener un servicio de limpieza de cada ciudad que permita que el ciudadano se sienta cómodo en su lugar de vida, que lo valore, que se apropie, que entienda lo que significa un bien común y cuánto nos preocupamos todos por tener este bien común prolijo y respetuoso con todos. Entonces podemos enseñar a reciclar, pero sólo si después no se burlan de nosotros porque lo que reciclamos se tira todo junto en algún lado. Podemos enseñar a sacar la basura individual los días que se recoge un contenedor colectivo y no cualquier día, porque así nos ayudamos a preservar nuestro hábitat, pero entonces el contenedor colectivo debe ser vaciado y limpiado los días estipulados para que el ciudadano comprenda por la vía de los hechos que todos somos los que colaboramos para respirar aire puro.

Significa respetar las reglas y las instituciones que son de todos, porque así por la vía de los hechos se enseña y se educa a respetar los espacios privados y públicos porque tienen un valor: la casa, la cuadra, la plaza, el barrio, el parlamento, los monumentos, los parques, las calles, las veredas, los jardines, la lámpara del vecino, la escuela, el club. Sólo por la vía de los hechos, respetando y cuidando obsesivamente lo que es de todos, es que un ciudadano incorpora conceptos como respeto y convivencia. Si no hay luminarias, los parques no se cuidan, las calles están rotas, se juntan basurales, se sacan árboles y se olvidan de colocar nuevos en sus lugares; si se desprecia lo público, entonces no se puede echar la culpa a la idiotez y desinteligencia ciudadana, como les gusta hacer a muchos. Porque son quienes gobiernan basados en la educación los que tienen que enseñar a la mayoría estos conceptos, por la vía de los hechos.

Significa explicar, aunque resulte aburrido y monótono, cada idea, cada acto. Que tenga una explicación con la cual algunos estarán de acuerdo y otros no, pero existe un pensamiento antes del acto. Porque tirar ideas irresponsablemente sin asumir sus consecuencias, es enseñar que cualquiera puede decir cualquier cosa porque todos estamos capacitados… todos somos médicos, directores técnicos del cuadro de fútbol, políticos, sociólogos y carpinteros… los que se preparan y estudian pierden el tiempo, si cualquiera puede saber cómo se arregla el mundo. Si queremos que la educación, la preparación, el pensamiento, la discusión sean valores a resguardar, entonces los que erigen los planes, los que proponen las ideas para todos, los que sugieren comportamientos, sean los que eduquen, expliquen, y por la vía de los hechos enseñen que las cosas no son fáciles y sea lo que sea para lo que nos estemos preparando debemos pensar antes de hacer, informarnos y pensar. Luego hacer. Y hacer. Porque también educar es poder trasmitir que cuando se llega a una conclusión se hace porque no nos conduce a buen puerto quedarnos eternamente en la duda ni en la complejidad del pensamiento.

Es distinto decir que la educación es una de las cosas más importantes que debe encarar un gobierno, a decir que la educación será el eje desde donde se gobierne. Todo lo que se hace, por más chico o más grande que sea, estará ideado, planificado y pensado en base a qué estoy educando con esto. Pero claro está… para esto se necesita liderazgo. No esperen que una población en general decida lo que no se informó lo suficiente, lo que no sabe, lo que no estudió. Se tira una idea y después se dice que si la mayoría quiere se hace y si la mayoría no quiere no se hace ¿Qué significa esto? Nuevamente: parece que todos tenemos capacidad para decidir sobre cualquier cosa, no sé para qué estudian los que estudian; además no necesito información ni enseñanza sobre la cuestión a decidir, porque está bien decidir a instinto, a piel, tal como se me tiró la idea.

Convivencia, tolerancia, cuidado público, interés colectivo, todo esto se educa, no viene solo. Por eso es diferente la propuesta de un gobierno que invite a realizar cada acto en base a la educación general. La educación como gobierno mismo, en todos los aspectos de la vida, para lo cual también se necesita autoridad y liderazgo. De lo contrario, no hablen de palabras tan importantes tirándolas al vacío. Convivencia, tolerancia, respeto, amabilidad, felicidad, sueños, trabajo. Todas palabras con mucho significado que un gobierno debe bajar a tierra en lugar de banalizarlas.  

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