lunes, 9 de enero de 2012

Conversando

Qué simple es hablar para el humano -se aprende desde chiquito sin saber bien cómo- y al mismo tiempo cuánto enredo produce.
Pretendemos entendernos, cuidarnos, decirnos, expresar, y entonces nos da por conversar con otro. Con el habla creamos una relación que puede ser de segundos o de años, no importa cuánto dure, se establece una relación con la cual nos distendemos, nos peleamos, nos divertimos, cuestionamos, producimos o incluso a veces solucionamos algún problema u obstáculo. Parece sencillo.

Sin embargo la comunicación es de las cuestiones más difíciles del vínculo. Porque hay uno que emite un pensamiento, una queja, una observación, una descripción, y hay otro que recibe algo bastante diferente a lo que quiso trasmitir el emisor. En el medio, en ese espacio a veces medible, a veces virtual, otras infinito, en ese espacio entre persona y persona por donde en forma imaginaria corre un hilo delgadísimo que conduce dentro de sí lo emitido, se va transformando a lo largo del hilo de tal forma que lo que recibe el otro ya se trata de otra cosa.

Esto se vuelve especialmente importante en las relaciones afectivas, En una relación de amor, en una relación de amistad, muchas veces existe la ilusión de que la comunicación es simple y fluida. Sin embargo la mayor parte de las veces ocurre exactamente lo contrario: es cuando la comunicación se puede volver compleja e incluso romperse.
Entonces la pelea, el disgusto, el desentendimiento. O la pregunta, la incógnita, la sorpresa, la estupefacción. Porque uno dijo algo que el otro entendió de otra manera. Si bien las palabras tienen un uso determinado y significan algo establecido, con lo cual existe la posibilidad de ser estricto, minucioso, preciso, esto puede ser sólo una pretensión, porque lo cierto es que las palabras, frases, lo dicho está envuelto en un contexto, un gesto, una atmósfera, un tono de voz, que es en alguna medida interpretable. O incluso más sutil… hay uno que expresa algo con una intención y el otro -quien lo recibe- le arroga una intencionalidad diferente. Claro que el uno cuando dijo no explicó demasiado –entonces no dejó explícita su intención. Esto es así casi siempre, porque de lo contrario una conversación sería muy engorrosa y difícil de llevar. Y también es claro que quien recibió el mensaje, interpretó a su real saber y entender la intención que subyace a lo que el uno emitió. Esto también es así casi siempre, porque el que recibe está recibiendo en un momento dado de su estado de ánimo, de su pensamiento, de su actitud, y va a interpretar de acuerdo a esto. Lo escuchado no es objetivo. Hay una expresión de un lado y se recibe de alguna manera del otro.

Puesto así parece un desacierto intentar comunicarse; sin embargo lo que más se trata de hacer en un vínculo que importa es conversar, aclarar, explicar, contar, expresar. Y justamente esto es lo que lleva muchas veces al desentendimiento, confusión y ruptura. 

Parece que vale la pena recordar simplemente esto: que la comunicación entre humanos es de las cuestiones más difíciles del vínculo, y que seguramente el que escucha está recibiendo un mensaje diferente del que quiso enviar el que emite. Si dan ganas, si el vínculo lo amerita, si nos importa la relación, si entenderse es fundamental para la labor que se está desarrollando, entonces el simple acto de hablar y escuchar cobra gran importancia. Puede ser que hablar un poco más, explicar, explayarse, no sea tan desacertado; y escuchar un poco más, detenerse, preguntar cuando quedan dudas o malestares, recabar más datos de la conversación, no sea tampoco tan desacertado. Hacer loas a las conversaciones escuetas y telegráficas cuando lo importante es comunicarse no parece un paso inteligente a seguir. Callarse sistemáticamente ante las impresiones o impactos de lo que se escuchó se puede convertir en resentimientos y reproches, hablados y callados… tampoco parece ser un sistema que ayude al bienestar.

Cuando importa entonces, vale el esfuerzo por decir lo más claramente que se pueda; vale el esfuerzo por escuchar lo más claramente que se pueda. La gracia, el privilegio, la posible decisión es usar el intercambio de la palabra para entenderse, con el esfuerzo que esto trae aparejado. Generar un intercambio competitivo, sólo para saber quién gana, sólo para saber quién puede mejor; o generar un intercambio sólo para funcionar en el fastidio y la desconfianza, no conduce al bienestar de la relación que se quiere proteger.

4 comentarios:

  1. buenazo, enel mundo virtual como ud dice, se potencian la diferencias entre el emisor y el recetor

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  2. Mmmm ... no sé si estoy de acuerdo con Javier. Me parece que a veces es más fácil comunicarse. Al menos no nos ponemos colorados, tartamudos, no se ve todo lo otro (que también es parte de la comunicación, claro) que acompaña al lenguaje oral o escrito cuando es en persona. Y esto permite que a veces la comunicación en el mundo virtual sea más precisa; no solo en lo fáctico sino también para expresar sentimientos.

    Pero en realidad lo que quería decir (y me distraje con lo anterior) es que me parece que la parte del receptor es distinta, pero igualmente importante que la del emisor. Es tan importante ser bueno escuchando! Casi casi, qué es un amigo sino alguien que sabe escuchar? Y también en gran parte de las profesiones y actividades humanas, saber escuchar es parte fundamental de hacerlo bien. Escuchar al paciente para hacer un buen diagnóstico, escuchar al cliente, etc.

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  3. Creo que cuando el deseo, las ganas, la necesidad,la posibilidad, el verdadero interés no es entenderse, no es saber lo más exactamente posible lo que se escucha, entonces no hay medio alguno que logre acortar las distancias: ni el virtual, ni el escrito, ni el hablado. Cuando no se entiende lo difícil que es comunicarse y no se le pone un poco de cariño al asunto, los desentendimientos abundan. Y cuántas veces asistimos a esas conversaciones donde cada uno habla de algo diferente, pretendiendo seguir el mismo tema! Si se necesita tener la razón, si se cree tener la razón, sobre lo dicho, o sobre lo escuchado, o sobre la intención adjudicada tanto al emisor como al receptor... si cada uno se encierra en su percepción y animosidad y se olvida que el diálogo es con otro/s, entonces el fastidio es la tónica; se hace muy difícil desenredar la madeja...

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  4. muy bueno. capaz hay veces en la relación afectiva la ilusión no es de que la comunicación es fluida y simple, sino que DEBIERA ser fluida o simple, lo que a su vez es complicado. Estoy pensando en cosas al estilo 'justo a vos que sos mi mejor amigo te tengo que explicar todo', que pueden generar leve frustración. cuando, en realidad, esta super acertado el post en cuanto a la necesidad permanente de tener presente la comunicación. un tema complejo!

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