La búsqueda de la tan mencionada y anhelada “libertad” es tan abstracta que pocas veces mencionamos la palabra dando el mismo significado. El concepto de libertad aplicado a las relaciones del humano con su medio, con su vida, en su inserción en la sociedad que habita es extremadamente complejo. Hay muchas normas, pautas, reglas y sentencias que dictaminan el accionar humano en un determinado lugar y en una determinada época. Muchas de estas reglas, valores y pautas vienen del pasado, muchas otras son del presente.
Las mujeres y los hombres más adaptados cumplen con todos los preceptos, no hacen enojar a nadie, son queridos por muchos y se muestran muchas veces infelices. Carecen de algo, no saben bien de qué, hay algo que falta, que no está bien.
Los que simplemente son adaptados -no “muy”- cumplen con la gran mayoría de los preceptos aunque estiran los límites, las fronteras, se atreven un poco más, cambian algunas cosillas; pero muchas veces se muestran también infelices o inconformes.
Los un poco menos adaptados y más atrevidos, los que arriesgan, los que cumplen vagamente con lo esperable pero viven dándole más importancia a su aire, a su parecer, a sus sentimientos y conceptos -aunque deban romper con reglas y transgredir las normas- éstos que muchas veces son tildados de individualistas, o incluso de egoístas, que son mirados, señalados, en algunos lugares perseguidos, manifiestan muchas veces su amor por vivir, sienten más intensamente, se sienten protagonistas, forman su vida. Aunque también están más solos que el resto, menos comprendidos. Son los que se parecen más a “los libres”, los que pueden, los intensos, la vida para ellos vale mucho, es un honor, es un milagro, se llenan los pulmones de aire y absorben toda esta vida que están creando. Son los que encuentro más felices, o más plácidos, más agradados. Claro que con altos costos, como la soledad, la no pertenencia, el alejamiento.
Qué es mejor y qué es peor de todas las opciones, sólo cada quien lo puede determinar. El propio individuo debe mirarse a sí mismo y decidir cómo logra su punto de equilibrio entre lo que quiere, lo que puede y lo que tolera. Qué tan solo se puede estar, qué tanto soporta no pertenecer, cómo siente la incomprensión o críticas de los demás… son todos parámetros individuales, privados. Para formar la llamada armonía del vivir, para sentirse “libre”, protagonista, capaz, complacido, el humano necesita ese pacto interno, esa intuición íntima que permite saber por cuál camino toma cada uno. No hay terapias, ni correccionales, ni búsquedas esotéricas que puedan indicar el punto de equilibrio porque sólo el sí mismo lo puede determinar. Y en general encuentro que esto se logra luego de mucho ensayo y error, provocación y culpa, aciertos y metidas de pata. Por eso me resulta tan importante, tan imprescindible, la capacidad de decidir, de atreverse, de ganar y perder, de aprender….
Decidir, sólo eso.